En el año de su 30° aniversario Católicas por el Derecho a Decidir Argentina incorporó un nuevo ejemplar a la colección “Religión, Género y Sexualidad”. Se trata del décimo tercer volumen de una serie de ediciones que desde un inicio se propusieron como un espacio para profundizar y debatir las múltiples formas en que estas temáticas se imbrican, especialmente en nuestro continente.
Reunir las voces de quienes han sido inspiradoras y aliadas a lo largo de la biografía institucional, acompañándonos en la convicción de garantizar igualdad y Justicia para las mujeres en la región, es un verdadero privilegio publicar Teologías feministas: Espiritualidades en resistencia.
Claro que “pasaron cosas” desde el momento inicial en el que el querido Juan Marco Vaggione nos convidara a delinear un proyecto editorial que permitiera reunir y poner en diálogo a quienes desarrollan argumentos a favor de los derechos sexuales y reproductivos desde la investigación académica, y además fortalecer la construcción de estrategias de incidencia respecto a los distintos sectores involucrados en las tomas de decisiones de la política pública.
En los últimos años, nuestra institución se renovó con integrantes más jóvenes que sumaron nuevas miradas y formas de activismo, desde la subjetividad de generaciones nacidas y criadas en contextos democráticos.
Luego de que el mundo fuera sorprendido por una inédita pandemia universal, que enfrentó a la población con incertidumbres y duelos de los que aún nos estamos recuperando, llegó al gobierno argentino uno de los representantes más crueles de la ola neoconservadora, Javier Milei, Nayib Bukele se consolidó en El Salvador y Jair Bolsonaro, aun perdiendo las elecciones, obtuvo millones de votos en Brasil. Y más allá de los gobiernos, el discurso social neoconservador y antiderechos campea a sus anchas por toda la región. Parte de ese “paisaje” quedó enredado en los artículos que integran esta edición.
Por un lado, La globalización y las comunicaciones planetarias alcanzaron su máxima expresión y se hicieron parte de nuestras vidas cotidianas. Por otro, los neoconservadurismos persistieron en sus consignas meritocráticas y sus promesas para pocos, encontrando audaces, renovados y creativos esfuerzos para actualizar ropajes e investiduras a lo largo y ancho de los cinco continentes. Los feminismo, los movimientos de la mujeres y LGTBQ+, se erigieron en blanco dilecto de los ataques de estos gobiernos y movimientos antiderechos.
Pero la poderosa potencia feminista que emergió desde el sur, leudando una cuarta ola verde, joven, multicultural y diversa, resiste. Fruto de décadas de siembras silenciosas, herencia de miles de mujeres anónimas o visibles que conformaron el Movimiento de Mujeres argentino y latinoamericano, el pañuelo verde fue encontrando diferentes consignas en distintos idiomas para exigir el acceso al aborto y la justicia reproductiva, aún en estos contextos desfavorables.
Cómo no volver a encontrarnos por aquí, entonces. De esa necesidad, reavivamos el fueguito de esta colección. Nos sentarnos a su alrededor y ponemos en común creencias, y saberes, pero sobre todo: preguntas. Para retomar el ejercicio de pensar colectivamente, de nutrir nuestra rebeldía con certezas acuñadas en la experiencia, la búsqueda bibliográfica, la relectura de textos bíblicos, la aventura del pensamiento propio y la pregunta recurrente.
Para mirar el cielo y la tierra feministas
Con infinita generosidad estas maestras nos ofrecen un abanico de temas como flechas disparadoras de nuevas invitaciones a mirar los feminismos desde una perspectiva teológica y a la teología desde una perspectiva feminista.
Inaugurando este volumen contamos con el privilegio del pulso de Ivonne Guevara, que con su agudeza intacta, nos interpela de arranque para volver a la cuestión: “¿podemos ser feministas y cristianas?”. Hincándonos, pellizcando con su honestidad intelectual a cualquier intento de confort, nos comparte su respuesta “personal y provisoria”: “Podemos ser feministas y cristianas/os, aunque con muchas reticencias e interrogantes”. Y a continuación, nos alienta a reinventarnos en algo diferente: “’diálogos de significado’, ‘compartir corazones’, ‘jardines de parábolas’, ‘confesiones de corazones’, ‘flores en el asfalto’ o ‘conversaciones en la penumbra’”.
A continuación, nuestra cercana Lucía Riba, pone su lupa sobre el lugar y la significación de la corporalidad. Así, nos recuerda cómo el discurso tradicional de la iglesia aborda el cuerpo de las mujeres como secularmente conflictivo, ligado al mal y a la perdición. Pero también nos advierte sobre algunas teologías que lo valoran desde una perspectiva que privilegia la maternidad como función casi exclusiva y excluyente. Tampoco nos permite pasar por alto la “glorificación del sufrimiento como algo salvador”, y sospecha de la exposición cotidiana de la imagen de Jesús crucificado, como un elemento que incide en que las mujeres vejadas se conduelan más de su victimario que de sí mismas.
En esa misma línea, Marilú Rojas insiste en la urgencia de desacralizar la violencia en las religiones monoteístas de corte sacrificial basadas en un principio de trascendencia y señala los mandamientos del marianismo como lineamientos para construir una víctima. Así, nos convoca a abandonar la idea del rito sacrificial para dar paso a la festividad del banquete, afincándonos en las espiritualidades feministas situadas y contextuales, a las que caracteriza como: “corporales, eróticas, políticas, cotidianas, comunitarias y sexuales-proféticas”.
A su turno, Jocabed Solano nos trae la memoria de los pueblos originarios de Centroamérica y su maravillosa vivencia de la espiritualidad gunadule que pone en el centro a un Dios de amor, cuidado, respeto, reciprocidad, y complementariedad y una ética de la vida comunitaria. Nos convida a conocer una práctica en la que la Tierra comunica el mensaje de Dios, y las mujeres ocupan un lugar preponderante, reconociendo a las abuelas como transmisoras de conocimiento, y como ejemplo de resistencia a la conquista, la colonialidad, y el epistemicidio de la sabiduría ancestral.
No menos provocadora nos resulta la intervención de Nancy Bedford, respecto a “desencuarentenar” la teología, recuperando el sentido que esta práctica tiene en la historia y en los textos bíblicos, como una referencia “consciente o inconscientemente a una experiencia liminal, de espera, en la esperanza de que algo cambie y mejore”. Sus párrafos transmiten la conmoción compartida frente a un femicidio ocurrido en pandemia, en nuestra ciudad de Córdoba, y recuperan la sensación de impotencia de una población encerrada y consciente del peligro atávico que acecha al interior de muchos hogares. Así expresa con la claridad de la denuncia que “la ‘cuarentena’ simbólica de las mujeres —que se torna permanente— es una especie de cautiverio babilónico que le hace mucho mal no solamente a las mujeres sino también a la iglesia como un todo porque socava la buena noticia del evangelio de Jesús”.
El último artículo pertenece a la querida María de los Ángeles Roberto que se refiere a un aspecto central: “la culpa” como patrimonio de las mujeres, por “hacer caer al varón en el pecado”, y cómo ésta se traslada a los deberes de las mujeres, “obligadas a cumplir con los preceptos impuestos para alcanzar la vara alta de la buena hija, la buena madre, la buena hermana, la buena esposa, la buena nieta”. Además de estas revelaciones, nos suma su contundente análisis de los textos bíblicos para afirmar qué dicen y qué no sobre el aborto e insistir con la relectura de la Biblia con perspectiva de género como clave para el desarrollo de las teologías feministas.
FOTO: María de los Ángeles Roberto aborda la culpa como patrimonio de las mujeres en Teologías feministas.
Por último, el párrafo final de María de los Ángeles, resulta una “milagrosa” coincidencia con las motivaciones que inspiraron esta publicación: “Las teologías feministas invitan a pensar con conciencia crítica, desafiar cualquier tendencia de fundamentalismo religioso, denunciar todas las formas de abuso y, particularmente, los abusos sexuales en las comunidades de fe y exigir justicia, apoyo y compensación para las afectadas”.
Agradecimientos
Un reconocimiento especial merecen quienes en diferentes roles y momentos han repasado estas páginas para hacer posible su publicación. Pero nada hubiera sido posible sin el impulso y seguimiento tenaz de las integrantes del Área Ecuménica de Católicas. Natalia Rodríguez y Luján Farfán, no sólo fueron las encargadas de seleccionar y convocar a las autoras, sino que cotidianamente son artífices de una delicada filigrana de sororidades interreligiosas, que nos nutren y desafían a crecer y multiplicarnos por diferentes senderos.
Por esos andares, celebramos más de 30 años de construcción junto a incontables voluntades generosas, renovamos nuestro compromiso con un paradigma humano de igualdad, solidaridad y sostenibilidad amorosa, y nos pronunciamos más que nunca, a favor de la defensa de las vidas sin violencias, en marcos democráticos y con justicia social.
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Teologías feministas: Espiritualidades en resistencia