El papa aliado

En una convergencia entre la fe y los tiempos que corren, Francisco se convirtió en una figura a la altura de las luchas de la época.

Por Marta Alanis

Como feministas comprometidas con la justicia social, la autonomía de los cuerpos y la construcción de una democracia plena, las Católicas por el Derecho a Decidir pensamos que hay una urgencia de articularnos ante el avance de las fuerzas autoritarias y conservadoras. Los derechos conquistados están en riesgo y, por eso, reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de la vida digna, la diversidad y la justicia social desde una perspectiva feminista, interseccional y de derechos humanos.

En el camino de construcción de Católicas por el Derecho a Decidir encontramos en el papa Francisco un gran aliado de nuestras causas. A lo largo de los años él se mostró como disidente de prácticas milenarias de la Iglesia Católica Romana. Al principio nos costó mucho entender la mutación de Bergoglio a Francisco, tuvimos varios encontronazos cuando se debatían derechos tales como, por ejemplo, el matrimonio igualitario. Sobre el aborto nunca dijo si estaba de acuerdo o en contra, pero permitió que mujeres que abortaron fueran perdonadas en confesión por un sacerdote. Ese perdón, antes del gesto de Francisco, estaba reservado solo a obispos.

Este acercamiento no fue sencillo ni lineal. Hace varios años, el papa convocó a jóvenes hispanohablantes para participar en el documental «Amén». Entre los elegidos estaba Milagros, una joven de 23 años de nuestra organización proveniente de Santiago del Estero. Milagros pasó por varias etapas de selección hasta ser parte de ese encuentro donde Francisco dialogó con jóvenes de diversas posturas disidentes. Ella tomó la palabra, exponiendo con respeto pero con firmeza. Fue un intercambio profundo y el papa se mostró abierto a escuchar.

En un momento particularmente simbólico del documental, Milagros se levantó y le entregó a Francisco el pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Él lo recibió, lo agradeció y la conversación continuó. Ese gesto, aunque simple, representó mucho para nosotras: el reconocimiento de nuestra lucha en un espacio históricamente adverso. Las críticas de los y las jóvenes a la Iglesia fueron fuertes y directas, y el papa, lejos de descalificarlas, escuchó atentamente.

Sabemos que el antifascismo es, también, una lucha feminista. Desde nuestra identidad como católicas y feministas hemos transitado un camino de reflexión y resistencia que nos lleva hoy a asumirnos en lucha contra los proyectos de desigualdad, odio y sometimiento. Y allí nos encontramos con Francisco como aliado. A pesar de no adherir a sistemas jerárquicos patriarcales, la persona del papa, su humanidad, su humildad nos conmueve. Sin embargo, también hemos experimentado los límites de esta alianza. Como Organización Católica por el Derecho a Decidir, hemos intentado en diversas oportunidades hacerle llegar cartas a través de personas cercanas a él. Nunca fuimos recibidas. No sabemos con certeza cuál es su postura personal sobre el aborto, pero entendemos que dentro de una institución que ha hecho de este tema un eje dogmático, es difícil que pueda ir más allá de ciertos gestos.

Aun así, recientemente, el papa se ha reunido con personas de comunidades trans, un hecho que nos pareció maravilloso y que evidencia una apertura impactante a los temas de hoy. También, dentro de la Iglesia, hemos observado cambios significativos en la base: cada vez más sacerdotes reconocen el aborto como un derecho de las mujeres. Aunque lo consideran un último recurso, empiezan a respetar que es una decisión que les compete a ellas. Muchos han reconocido la falta de una pastoral para acompañar a quienes enfrentan esta situación y han comenzado a ofrecer escucha y materiales informativos en lugar de simplemente derivarlas.

La extrema derecha y los fundamentalismos religiosos han encontrado en la ofensiva contra las mujeres y diversidades una de sus principales banderas, promoviendo discursos de odio, retrocesos en políticas públicas y ataques directos contra nuestras luchas. Mientras nos hablan de libertad, vemos cómo el saqueo se disfraza de oportunidad y el endeudamiento de progreso.

Reconfigurar la Marea Verde implica reconocer su potencia transformadora y su capacidad de articulación con otros movimientos que hoy enfrentan la avanzada reaccionaria. La lucha por el derecho a decidir no está aislada de otras causas urgentes: la justicia climática, el antirracismo, el reconocimiento de los pueblos originarios, la defensa de las democracias y la construcción de un mundo libre de violencias. Es momento de encontrarnos, de tejer alianzas y de fortalecer una resistencia activa y esperanzadora.

Ni leyes ni discursos podrán disciplinarnos. Como católicas disidentes, reivindicamos a Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo: tampoco queremos mercaderes en la Rosada, en el Congreso ni en el Poder Judicial. Nuestra fe no es sumisión, es justicia; no es silencio, es palabra viva que interpela y resiste. Nos sabemos parte de una historia de desobediencias que abrieron caminos, y en esa memoria seguimos luchando por un presente y un futuro dignos de vivir.

Artículo publicado en Cenital, el 13/12/2025