Desde territorios diversos este 8 de marzo las mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, bisexuales, indígenas, trabajadoras, personas de fe, jubiladas, profesionales, defensoras ambientales, activistas, nos convocamos en las calles de todo el país para decir ¡Basta! al sistemático vaciamiento del Estado y el deterioro de la vida en beneficio de unos pocos.
En este contexto, donde los derechos conquistados están en riesgo, reconocemos la urgencia de articularnos ante el avance de las fuerzas autoritarias y conservadoras, y reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de la vida digna, la diversidad, la democracia y la justicia social desde una perspectiva feminista, interseccional y de derechos humanos.
En un país en donde una mujer es víctima de femicidio cada 27 horas solo por el hecho de ser mujer, donde las mujeres indígenas y sus comunidades sufren la violencia, la persecución y el despojo de sus territorios ancestrales; con un gobierno que condena al sufrimiento a miles de personas y celebra la desigualdad mientras más de un millón y medio de infancias se duermen sin acceso a un plato de comida: ¿qué proyecto vital es posible?
Sabemos que el antifascismo es, también, una lucha feminista. Desde nuestra identidad como católicas y feministas, hemos transitado un camino de reflexión y resistencia que nos lleva hoy a asumirnos en lucha contra los proyectos de desigualdad, odio y sometimiento.
La extrema derecha y los fundamentalismos religiosos han encontrado en la ofensiva contra las mujeres y diversidades una de sus principales banderas, promoviendo discursos de odio, retrocesos en políticas públicas y ataques directos contra nuestras luchas. Mientras nos hablan de libertad, vemos cómo el saqueo se disfraza de oportunidad y el endeudamiento de progreso.
Reconfigurar la Marea Verde implica reconocer su potencia transformadora y su capacidad de articulación con otros movimientos que hoy enfrentan la avanzada reaccionaria. La lucha por el derecho a decidir no está aislada de otras causas urgentes: la justicia climática, el antirracismo, el reconocimiento de los pueblos originarios, la defensa de las democracias y la construcción de un mundo libre de violencias. Es momento de encontrarnos, de tejer alianzas y de fortalecer una resistencia activa y esperanzadora.
Ni leyes ni discursos podrán disciplinarnos. Como católicas disidentes, reivindicamos a Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo: tampoco queremos mercaderes en la Rosada, en el Congreso ni en el Poder Judicial. Nuestra fe no es sumisión, es justicia; no es silencio, es palabra viva que interpela y resiste. Nos sabemos parte de una historia de desobediencias que abrieron caminos, y en esa memoria seguimos luchando por un presente y un futuro dignos de vivir.
>> Por más igualdad en el acceso, los salarios y las condiciones de trabajo
>> Por el reconocimiento de las tareas de cuidado en comedores, en merenderos y en nuestros hogares.
>> Por insumos para garantizar el acceso efectivo a la salud sexual y reproductiva en territorios diversos y desiguales.
>> Por el cuidado de nuestra Casa Común y el respeto de los territorios ancestrales donde habitan y producen las mujeres y comunidades indígenas.
>> Por jubilaciones dignas
>> Por una Corte de justicia conformada democráticamente, con representación equitativa e independiente acorde a la diversidad regional y de género.
>> Por políticas de protección y prevención de la violencia de género
>> Por el reconocimiento pleno y cumplimiento de derechos para las personas de la diversidad sexo genérica.
Este #8M | Día internacional de las mujeres trabajadoras, MARCHAMOS por una sociedad humana y justa, por la construcción de redes de solidaridad y un proyecto de país soberano y equitativo.
La esperanza es diversa, transfeminista, antifascista y antirracista.