El doble femicidio de Luna Giardina y Mariel Zamudio en Córdoba abrió una herida profunda y volvió a mostrar el riesgo concreto de un clima social y político donde la negación de las violencias se volvió discurso de poder. Mientras sectores organizados insisten en instalar la idea de que las mujeres mienten, exageran o denuncian falsamente, los hechos se imponen con brutal claridad: las mujeres y diversidades siguen siendo asesinadas por varones, y las herramientas estatales para prevenir esas violencias se debilitan o directamente se desmantelan.
En este contexto, la intervención de nuestra compañera Mónica Menini, coordinadora del Área de Cabildeo de CDD Argentina, resulta fundamental para desmontar una de las falacias más peligrosas del debate público contemporáneo: el mito de las “falsas denuncias”. Con datos y con experiencia política y jurídica, Mónica recordó que no estamos frente a un fenómeno real ni masivo, sino frente a una operación discursiva que busca deslegitimar nuestras voces y proteger a los violentos: “Hay una narrativa que nos pone a las mujeres como falsas denunciantes, algo que es ideológico, que no tiene ningún asidero real. Las falsas denuncias representan el 1% de los casos. El problema que tenemos es la violencia de género.”
No hay evidencia que sostenga el argumento de que las mujeres denuncian para perjudicar a varones. No hay estadísticas ni investigaciones serias que lo prueben. Sí hay, en cambio, un
movimiento político y mediático que intenta reinstalar desconfianza hacia las víctimas y desarticular décadas de avances feministas.
El caso de Luna lo demuestra con una crueldad insoportable. Ella había denunciado, había pedido ayuda, contaba con botón antipánico. El Estado falló, y cuando el Estado falla, la violencia se repite. No es un hecho aislado: es la consecuencia de recortes, desfinanciamiento, discursos negacionistas, y una justicia que aún llega tarde —o no llega— especialmente para quienes viven lejos de las grandes ciudades, para mujeres indígenas y campesinas, para quienes sostienen múltiples desigualdades y encuentran más barreras que puertas abiertas.
“Imagínense lo que implica para una mujer lograr acceso a la justicia, y luego, una vez allí, conseguir una respuesta antes de que la maten”, advirtió nuestra compañera Mónica Menini en conversación con Analía Argento, en una mesa especial de IP Noticias, donde se abordó el impacto real de los discursos negacionistas en el contexto del doble femicidio en Córdoba.
Mientras se discuten fantasmas —falsas denuncias, supuesta persecución a varones, manipulación parental como relato sin sustento—, la violencia real no se detiene. negar la violencia no la disuelve: la habilita. Y cuando se desmantelan políticas públicas, se frenan capacitaciones, se atacan las instituciones que acompañan y se cuestiona la legitimidad misma de las víctimas, lo que está en juego no es un debate retórico: son vidas.
Lo que vemos hoy no es un error ni un exceso aislado; es un proyecto que busca retroceder derechos, reinstalar jerarquías y reinstalar el miedo como forma de orden. Frente a eso, insistimos: la violencia de género no es una “discusión cultural” ni una “guerra de relatos”. Es una realidad verificable, medible y urgente. Y cada vez que se la relativiza, se la niega o se la minimiza, se ponen cuerpos en riesgo.
Por Luna, por Mariel y por todas. Porque la violencia no se discute en abstracto: se enfrenta con políticas públicas, con justicia, con organización y con memoria. Nosotras no vamos a retroceder. Nos seguimos nombrando, acompañando y defendiendo. No para sostener una agenda, sino para proteger vidas.


